¿Qué somos los humanos para juzgar de manera tan cruel y despectiva a otro? ¿Acaso somos dioses creadores o jueces del mundo para decidir que está bien o que está mal?

Mi estadía en Santiago me he permitido reflexionar sobre como podemos llegar a un nivel de crueldad tan fuerte para con otra persona sin tan siquiera pronunciar una palabra. Podemos herir sentimientos profundamente con tan solo sonreír hipocritamente. Podemos destrozar ilusiones o matar esperanzas con una única palabra, con tan solo una, con tan solo el tono con que se diga.

"Extranjeros", "Emos", "Negros", "Gays", "Evangélicos"o "Marihuaneros", no son solo formas de llamar a un grupo de seres humanos, son etiquetas que encasillan sentimientos, formas de vivir, creencias, filosofías de vida y que los sellan y encierran en una prisión. Me refiero a que cuando se etiqueta a una persona o se le pone un letrero imaginario en la frente por como lo vemos, se pone en práctica uno de los peores juicios que podemos hacer para con alguien, una persona igual a mi, igual a ti.

Olvidamos que una preferencia sexual no es más que eso, que una creencia no es más que eso, que una forma de vestir no es más que eso. A cambio, le damos un valor increíblemente alto, tan alto como para cubrir un maravilloso y completo espectro de formas y colores, de tamaños y sabores que se opaca con cada crítica, con cada mala vibra. ¿En realidad nos importa lo que haga el de al lado?

¿Es culpa del gobierno? ¿O fue la televisión la que me dio esas percepciones? ¿Tengo envidia de que alguien viva "libre" y yo no? ¿Es un pecado mayor que otro?

Todos fuimos iguales, somos iguales y seremos iguales por el resto de la eternidad, no importa fuerte, no importa débil, no importa presidente, no importa esclavo.

Los leones no se matan entre ellos.